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Planeta Maño

Silencio

Es domingo y esta ciudad continua muda. Soy cabezota y cada tarde me vuelvo a casa andando, cruzando el río por un puente en obras donde el sol cae sobre mí como un desafío. Sin embargo no me voy a rendir. Zaragoza me hablará algún día y, cuando eso ocurra, me va a pillar bien atenta, preparada para tomar notas. Mientras tanto, crece dentro de mí la desazón propia del que empieza a desepesperarse. La casa se queda pequeña, las calles me parecen pocas, todas iguales, sin ningún interés; y la gente no se parece a mí. Los aborígenes que me rodean se esfuerzan por animarme. Son atentos conmigo, me sacan de paseo, intentan hacerme ver la cantidad de cosas que hay por hacer para no aburrirse, pero no consiguen engañarme.

Aquí no se me ha perdido nada, si bien en la angustia que provoca el vacío reside cierto placer. Tengo la sensación de estar fuera, lejos de todo lo que me afecta de verdad, formando parte de la vida de otros. Vivo una historia que no es la mía y eso me permite hacer y deshacer impunemente, porque ninguna acción, buena o mala, coherente o desesperada, me devorará con sus consecuencias.

Ahora la única realidad que hay es que son las tres menos cuarto de la tarde y estoy sentada delante del ordenador. Las últimas tres horas las he pasado leyendo El hombre que se enamoró de la luna , hablando por teléfono con mi madre... de lunes a viernes, me consume la tienda y el tiempo no existe. A lo mejor me enamoraré y haré daño a alguien, pero me dejaré acariciar en el trayecto hacia la herida.

¿Qué echo de menos?

Estuve en Madrid el fin de semana pasado y me corrí en la última fila de unos cines en versión original. Luego, en el tren, intenté convencerme de que todas las ciudades son la misma ciudad, aunque no es verdad. En Zaragoza hace ya años que dejaron de poner películas con subtítulos.

En Delicias cogí un taxi para llegar a casa. La peli favorita del taxista era La bruja novata , así que hicimos el trayecto hasta Juan José Rivas tarareando sus canciones. Después me quedé sola con un montón de recuerdos recientes rebotando como pelotas de tenis contra las paredes amarillas del piso.

Me alimentaré de ellos hasta que vuelva.

 

 

6 comentarios

naoko -

Eli, o el ebro, desbordado una vez más, ahoga tu creatividad o es que lo que escribes es tan bueno que no quieres compartirlo...anda, anímate y cuéntanos algo,trasvasa que si no ya sabes lo que pasa.Besicos

V -

hola pequeña, ya estoy por aquí otra vez, espero que los ánimos vayan mejor. Creo q ya te han contado que tuve un encuentro sorpresa cuando paseaba por el mercado de las flores en Amsterdam...jeje....¡qué pequeño es el mundo! Tengo una fotillo del momento. A ver si te la mando, aunque está entre las que he colgado en mi blog.

Te he estado llamando pero ya sé que el teléfono y tú no os lleváis muy bien...;).

Besets

iñaki -

ay, nena, que raro se me hace verte asi, tan melancolica. ya sabes que tienes gente en madrid que te recibe con los brazos abiertos cuando vienes de visita. no sé que decirte, pero dejate llevar y mira el lado bueno de las cosas, que el lado malo siempre aparece sin avisar... besos guapa

V -

errata "apareceré", no "aparecerá"....para q digan q a quien madruga Dios le ayuda

V -

Eli, mucho ánimo!!! Zaragoza está lleno de maños y cuando menos te lo esperes alguno te sorprenderá.....seguro. No he coincidido esta semana de vacaciones con tu hermana, yo aún estoy currando pero también, cuando menos te lo esperes, aparecerá por allí.
Por cierto, lo q echas de menos de ese tipo de sesiones de cine no son precisamente los subtítulos, pillina ;)....a mí no me engañas....jejeje

Madein, ánimo tú también con lo de tu abuela.

Mañana último día de curro.

Besos a todos/as.

madein -

Hola Eli! me alegro de volver a leerte, aunque veo que tu ánimo pasa por horas bajas...no desesperes, verás como Zaragoza acaba destapándose para tí y descubriendo sus encantos. A ver cuando te vemos por akí...Llámame y hablamos que hace tiempo que no sé nada de vos.
Por cierto, mi abuela está en el final.
Besos